La Barcelona del Turismo: Whatever will be, will be. But always Barcelona
Fotografía: Jordi Bernadó
Jesús García Castillo
Abogado en Pérez-Llorca
Daniel Senserrich Guitart
Commercial Manager en VilaViniteca
Es vox populi: igual que resuena el primer acorde en un concierto de tu grupo favorito, Barcelona te cautiva, te atrapa y te fascina desde que la pisas por primera vez. Barcelona es un cóctel explosivo, un cúmulo de factores sin parangón que la convierten en una singularidad irresistible como destino turístico que, tras el impulso del trampolín olímpico del 92, se vio potenciado a niveles inesperados en un tiempo absolutamente récord.
Su patrimonio histórico, cultural y arquitectónico es inigualable. Su oferta de ocio, comercial y gastronómica están al nivel de las mejores plazas mundiales. Bañada por el Mediterráneo y bajo la mirada de la sierra de Collserola que le conceden un clima amable prácticamente todo el año, Barcelona (y alrededores) es también un sólido competidor como destino de sol y playa.
En definitiva, seas quien seas y busques lo que busques, en Barcelona, lo tienes.
Prueba de ello es que, en el año 2019, Barcelona registró la astronómica cifra de 12 millones de turistas. Sin embargo, esta cifra se ha visto drásticamente reducida en los últimos tiempos hasta el punto que, en el año 2021, descendió a los 4.5 millones. Sin perder de vista que esta es una cifra muy considerable, innegablemente dista de los niveles máximos alcanzados históricamente y, desde luego, de los niveles que una ciudad con semejante potencial puede alcanzar, pero entonces…
¿Qué nos ha pasado?
No es ningún secreto que vivimos en tiempos convulsos.
En el año 2020, el mundo se paró. Nos azotó la pandemia y la economía se congeló. Se ordenó un confinamiento estricto general de la población. En este contexto, obvia decir que la hostelería, los eventos y, en definitiva, el turismo quedó, por motivos evidentes, relegados a un segundo plano, mientras el mundo luchaba para sobrevivir a la mayor crisis social y sanitaria de los últimos cien años.
A esta situación se sumaba la crisis derivada por la tensión política de los últimos tiempos, la cual, desafortunadamente, ha afectado negativamente a la popularidad de Cataluña, y por ende de Barcelona, como destino turístico nacional.
Y llovió sobre mojado. Cuando parecía que se recuperaba la normalidad después de casi dos años de letargo causados por la pandemia, en febrero del 2022 se produce la invasión rusa de Ucrania. Desde la óptica del turismo en la ciudad de Barcelona, las implicaciones de esta crisis son mayúsculas. Además de las evidentes consecuencias negativas de un conflicto bélico para la economía mundial y para el turismo en general, cabe destacar que Rusia había sido históricamente el sexto mercado turístico para la ciudad. Asimismo, innegablemente, la guerra en el viejo continente también espanta al turista internacional en general y en particular, al norteamericano, que en este caso es el principal mercado turístico extranjero y el tercero en términos de gasto.
Pero, ¿realmente son sólo factores externos e imprevisibles los que están lastrando el potencial turístico de Barcelona?
El movimiento “tourists go home”, que tuvo una considerable acogida popular debido al crecimiento exponencial y descontrolado del turismo durante los primeros años de mandato de la Administración local actual, ha acabado dando frutos.
La imposición de la tasa turística, la negativa a la ampliación del Aeropuerto del Prat, las limitaciones al alquiler vacacional o la moratoria hotelera son manifestaciones de este movimiento que, si bien se fundamentaba en una justa premisa de buscar un turismo sostenible, ahora parecen no obedecer a las necesidades de la metrópolis que en estos tiempos convulsos más bien susurra “tourists come back”.
Lo anterior se ve acrecentado por otras cuestiones intrínsecas como una alta presión fiscal o una excesiva burocracia que resulta en una elevada complejidad en los procesos administrativos que, en última instancia, ralentiza y desincentiva nuevas oportunidades muy prometedoras de inversión y emprendimiento que afectan, entre otros sectores, al turismo.
¿Cuánto nos está costando?
Lamentablemente, todo este cúmulo de factores, unido a la mencionada “turismofobia”, trae una factura elevada para los barceloneses y, en los últimos tiempos, hemos visto pasar la oportunidad de proyectos muy prometedores para la ciudad.
A título de ejemplo, estos factores muy posiblemente han contribuido a que Barcelona no sea la sede de la Agencia Europea del Medicamento, lo que hubiera resultado en una plataforma de exposición mundial durante los tiempos de la pandemia. Tampoco habrá sucursal del Museo Hermitage en Barcelona, un proyecto muy prometedor que nunca llegó a contar con el apoyo de la Administración local y que ofrecía además de un atractivo turístico de primer nivel, una inversión de 50 millones y casi 400 puestos de trabajo. La misma suerte corrió el proyecto del hotel “Four Seasons” en Barcelona, un proyecto espectacular que seguro generaría mucho interés en el panorama turístico nacional e internacional y que cayó al rechazar el Ayuntamiento de Barcelona el cambio de planeamiento urbanístico propuesto por los promotores del proyecto.
Por fortuna, no todo son malas noticias.
Soplan vientos de cambio (esta vez, literalmente)
Si de algo no cabe duda es de la resiliencia de Barcelona y sus barceloneses y cabe decir que, en los últimos tiempos, se vislumbran claros más allá de los nubarrones. Al margen de lo indicado – y a la espera de ver cómo se resuelve el mencionado conflicto bélico – el año 22 ha empezado de manera esperanzadora en lo que aquí interesa.
La vuelta del Mobile World Congress tras dos años interrumpidos por la pandemia y con casi un 70% de aforo, es una señal clara de recuperación. A esto se unen otros acontecimientos esperanzadores como la reciente confirmación de que Barcelona acogerá la próxima Copa América de Vela en 2024. Esta es una gran noticia para nuestra ciudad considerando que la competición es el tercer evento deportivo a nivel mundial en cuanto a inversión, cuyo impacto económico ronda los 1.000 millones de euros, y cuyo número de espectadores que se espera ronde los 950 millones. Este proyecto se ha convertido en realidad gracias a la colaboración público-privada, y se trata de una iniciativa respaldada por la asociación Barcelona Global, a través de su agencia de inversión Barcelona & Partners, que tuviron papel clave en conseguir situar a la ciudad como la mejor opción.
Igualmente, parece confirmarse una tendencia hacia la gripalización de la pandemia de la COVID-19 lo cual supondría, esta vez sí, la famosa vuelta a la normalidad en un sector tan necesitado e importante en Barcelona como es el de la hostelería (uno de los más castigados por la pandemia). Además, junto con esta mejora a nivel sanitario, por fin se está materializando la llegada de los esperados fondos europeos “next generation” para la recuperación que supondrán una inversión cercana a 40.000 millones de euros e impulsarán casi una treintena de proyectos en la región de Cataluña.
¿Cuál es la hoja de ruta?
El momentum es clave y Barcelona debe capitalizar esta inercia y aprovechar el viento de cola. Para ello, debemos seguir una hoja de ruta clara y recuperar la admiración del turista hacia la ciudad, dando un paso al frente para posicionarnos como referente mundial como atractivo turístico de calidad.
Estamos convencidos de que para ello debemos mirarnos un poco el ombligo y que, hacia dentro, también encontraremos soluciones. La transición hacia una ciudad mejor para los barceloneses redundará, en última instancia, en un incremento de nuestro atractivo turístico puertas afuera. Hablamos de cuidar los aspectos externos de la ciudad como mejorar los espacios públicos y reforzar la limpieza y la seguridad de la ciudad que, en muchas ocasiones, son la mejor carta de presentación de nuestra gran ciudad, pero también de otros aspectos, quizás menos visibles, pero igualmente relevantes.
Creemos que mejorar la calidad de vida local y hacer de Barcelona una ciudad cómoda, moderna y actual son clave en este proceso de recuperación. Propuestas encaminadas a la mejora de la movilidad, la transición digital de la ciudad y sus infraestructuras, la atracción de talento y la consecución de un mercado laboral más profesionalizado son pilares en este proceso en el que resulta tan importante la colaboración público – privada y la creación de nuevos foros de diálogo que ayuden a afrontar estos retos tan importantes.
A nuestro juicio, queda mucho trabajo por hacer, pero el futuro auspicia prometedor si tomamos la senda correcta. Barcelona siempre será Barcelona y, además, cuenta con la mejor de las herramientas para hacerlo; una que le ha funcionado siempre, que es capaz del mayor de los retos, y que no se puede diluir pese a lo convulso de los tiempos: el carácter ambicioso y resiliente de los barceloneses y su amor por su ciudad.
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