Schubertíada de Vilabertran: La magia del silencio
Martina Ribalta, Coordinadora de Barcelona Obertura y responsable de producción de la Schubertíada Vilabertran
Tenemos la grandísima suerte de habitar una ciudad llena de propuestas musicales de enorme categoría y, a pesar de que a menudo no lo aprovechamos lo suficiente, nuestras salas de conciertos ofrecen citas ineludibles varias veces por semana a lo largo de la temporada.
Durante el mes de julio todavía podemos disfrutar de las últimas funciones de ópera. Tenemos El Gran Teatre del Liceu, la programación de verano del Palau de la Música Catalana, que a menudo presenta jóvenes talentos de altísima calidad. Este año en concreto, el festival Mozart Nits d’Estiu organizado por L’Auditori de Barcelona. Otras propuestas de música clásica como el Festival GREC –organizado por el Ajuntament de Barcelona. El Festival de Pedralbes y algún que otro promotor que todavía cree que el género merece la pena, a pesar de no brindar unos resultados de taquilla tan jugosos como el pop, el indie o la electrónica.
Pero, ¿qué pasa en Agosto?
Tal y como apuntó la periodista de La Vanguardia, Maricel Chavarria, en un completísimo artículo de hace un par de años: el agosto musical barcelonés se torna un desierto. Pero, afortunadamente, la vida cultural sigue más allá de los límites del Área Metropolitana.
Si miramos hacia el norte –y aquí tendrán que disculparme ilerdenses y tarraconenses- la magnífica Costa Brava nos ofrece varias posibilidades. Repasando un poco la cronología, Sant Feliu de Guíxols, Cadaqués, Torroella de Montgrí y Peralada forman parte del imaginario estival de cualquier melómano de nuestra tierra. Pero en mi humilde opinión, los milagros musicales del mes de agosto acontecen en Vilabertran.
A pesar de ser el más joven de los citados anteriormente –y digo joven a un festival que cuenta con 29 ediciones. La Schubertíada de Vilabertran goza de una magnífica reputación dentro y fuera de nuestras fronteras. Consagrado a la canción poética (Lied en alemán) y a la música de cámara, el festival mantiene su espíritu fundacional gracias al Dr. Jordi Roch –médico, melómano y alma mater de muchas de las iniciativas musicales que han tenido lugar en este país desde los años 50.
Y a Víctor Medem, su director general actual, el cual ha sabido transformar una cita ineludible para el público catalán en un «must» del circuito internacional de festivales europeos.
Excelencia, calidad, compromiso y juventud podrían ser 4 ítems que definirían a la perfección la cita anual ampurdanesa.
Y es que todas y cada una de las propuestas artísticas están seleccionadas y cuidadas hasta el menor de los detalles. Artistas consagrados y debutantes; intérpretes extranjeros y nacionales; repertorio habitual, rarezas de archivo, piezas olvidadas por la historia y estrenos contemporáneos.
Todo esto tiene cabida en la Schubertíada de Vilabertran. Inspirada en los encuentros que Franz Schubert realizaba en interiores domésticos para mostrar sus últimas composiciones a un círculo íntimo de amigos y seguidores.
Y es en este mismo clima de intimidad que se desarrollan los conciertos. Dentro de la iglesia de Santa María, los muros románicos han sido testigos de debuts, retornos, estrenos, recuperaciones y, sobre todo, de muchos silencios.
Puede parecer paradójico que para referirme a un festival de música repare en los silencios, pero no hay termómetro más fiel a la realidad para captar el impacto de un concierto que vivir el silencio final como parte de la experiencia.
Siento erizarse la piel con tan solo recordar los silencios antes del aplauso en los últimos conciertos vividos allí. Segundos de comunión con los músicos, el público, el espacio y el momento. Sensaciones que todavía no pueden ser verbalizadas ni compartidas. La plenitud antes del vacío. La calma antes de la explosión de aplausos.
Si mis palabras sobre el silencio no os han dibujado una sonrisa evocadora, me temo que no sois de la inmensa minoría –y cito aquí al Dr. Roch- de seguidores del Lied y la música de cámara que conocéis el festival. Y esto tiene que cambiar, no puede esperar más.
Este verano nos acompañarán grandes figuras como Matthias Goerne, Christoph Prégardien, Imogen Cooper o Nicholas Angelich; los mejores pianistas acompañantes –Wolfram Rieger, Malcolm Martineau y Julius Drake-; excelentes músicos nacionales que acumulan importantes carreras internacionales como el Cuarteto Casals, Javier Perianes o Juan de la Rubia; jóvenes promesas que debutan en el festival pero que seguro que pasarán a formar parte de la familia de la Schubertíada –María Dueñas, Emma Straton, Kebyart Ensemble, Konstantin Krimmel, Samuel Hasselhorn o Anna-Lena Elbert; y los que han pasado a ser familia, como Andrè Schuen, Daniel Heide o Katharina Konradi.
Os prometo que los conciertos serán un auténtico regalo para el alma; el silencio final será un regalo para todos los sentidos.
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